Cassandra Coleman
Estados Unidos
Cigarrillo
Testimonio de Cassandra Coleman de Chicago, Illinois ante el subcomité del Senado y del distrito de Columbia, Mayo 14, senador Dick Durbin (D-IL), presidente.
Permítanme comenzar agradeciéndoles al presidente Durbin y a los miembros del comité, quienes me dejaron llevar a cabo esta audiencia y por invitarme hoy a atestiguar.
Mi historia es también la historia de dos niños maravillosos: mi hijo de trece años, Nijell, y mi hija de diez años, Nzingha, quien está conmigo hoy.
El nombre de mi hijo significa "éxito" en swahili, y Nzingha es el nombre de una reina africana del siglo XVI quien luchó con fuerza y valor para liberar a su gente del negocio de la esclavitud. No me dí cuenta de que buen nombre les puse a mis hijos hasta que me ayudaron a parar de fumar, porque en verdad fueron Nzingha y Nijell quienes me ayudaron a parar de fumar y liberarme de la adicción a la nicotina.
Creciendo en mi juventud en Chicago, la mayoría de las mujeres alrededor de mí, fumaron. Uno de mis mejores modelos como mujer era mi cuñada, mujer alta, hermosa con el pelo largo. Ella fumó, y era tan encantadora. Recuerdo que deseé ser como ella. También recuerdo que veía la televisión con mis amigos, viendo a todas las señoras sexualmente atractivas en nuestros programas preferidos. Todas ellas fumaban también, así que parecía que todo el mundo fumaba cigarrillos y yo no podía esperar para probarlos. Tenía cerca de once años cuando comencé a fumar. Mis amigas y yo comprábamos cigarrillos en las máquinas de venta, y en esos días el paquete costaba cincuenta centavos. Si cualquier persona nos preguntaba qué hacíamos, les decíamos que lo comprábamos para nuestros padres.
Tuve problemas cuando quedé embarazada de Nzingha y ella nació cinco semanas antes. Nzingha tenía un ritmo cardíaco bajo y otros problemas por lo cual, los doctores, la colocaron en la unidad de cuidado intensivo, después de su nacimiento, por tres días. Recuerdo verla con todos los tubos que recorrían su cuerpito. Me recordó un cartel que había visto en el Cook County Hospital, tan sólo cuatro días antes de su nacimiento, el cual advertía a las mujeres embarazadas lo que podría el cigarrillo hacer a su niño y había un cuadro de un pequeño bebé con todas las clases de tubos, similares a los que le habían puesto mi hija.
Nzingha salió del hospital y vino a casa, pero continué fumando.
En los meses que siguieron, tuve que llevarla muchas veces a la sala de emergencia por problemas respiratorios. Los doctores me dijeron que la nena tenía una enfermedad que afectaba las vías respiratorias superiores, y en aquel tiempo ella tenía seis meses y tenía que hacerse nebulizaciones cuatro veces por día.
Esto continuó así año tras año y los doctores me dijeron que parara de fumar pero yo seguía fumando. Cuando Nzingha tenía casi cuatro años la llevé a la sala de emergencia con un ataque muy severo de asma. Me dijeron que su condición era tan mala que si hubiera llegado apenas cinco minutos más tarde, mi hija probablemente habría muerto. Una enfermera me llevó a un lado y me dijo: "Usted la está matando con sus cigarrillos". Pero continué fumando. En vez de parar de fumar, instalé limpiadores de aire por toda mi casa y comencé a fumar en el baño para tratar de mantener el humo fuera del alcance de mis niños. Pero esto no ayudó mucho. Cuando Nijell tenía casi ocho años, él empezó a sufrir asma y se sumó a su hermana en tomar nebulizaciones regulares. ¿Y yo? Yo continué fumando. Entonces, hace un par de años, comencé a tener problemas con mi propia salud. Me sentía constantemente débil, con las energías bajas, y problemas al respirar. Desarrollé una tos que me causó la sensación como si había siempre algo en mis pulmones. Cuando fui a la consulta médica, el doctor no pudo realmente encontrar nada malo en mí, ellos sólo me dijeron pare con el cigarrillo. Recuerdo que uno de los doctores descubrió cuántos cigarrillos fumaba y me preguntó: "¿Usted desea vivir o morir?". Bien, por supuesto que quería vivir. Pero también quería seguir fumando, y así seguí. Y continué sintiéndome peor y peor. Finalmente, en Enero del año pasado, salía del baño después de haber fumado un cigarrillo cuando vi a mi hija llorando encrespada en su cama. Cuando le pregunté si pasaba algo malo, ella dijo, "Aléjate de mí! ¡Me apestas! Estás intentando matarme con los cigarrillos." Imagínese oír eso de su propio hijo. Le prometí a ella y a mí misma que dejaría de fumar. Y yo sabía que necesitaba ayuda. Llamé al Cook County Hospital y solicité un turno en el programa para dejar de fumar. Fui a la semana siguiente y me motivó. Al ver la cara de Nzingha sabía que tenía que hacerlo por ella y por Nijell. Tuve la ayuda de un doctor maravilloso, el Dr. Arturo Hoffman que trabajó conmigo y me enseñó técnicas de respiración. Él me enseñó cómo relajarme y cómo resistir al impulso de fumar. No fue fácil. Pero lo hice. Lo dejé. Estoy orgullosa de decirle que después de veinticinco años de fumar dos paquetes al día, no he fumado un cigarrillo en un año y nunca voy a fumar uno otra vez. Ahora estoy trabajando parcialmente en el programa para dejar de fumar en el Cook County Hospital que intenta ayudar a otros para dejar el cigarrillo. No puedo decirle cuánto mejor me siento cada día. Había llegado al punto donde no podía incluso subir los escalones para entrar a mi casa sin dificultad. ¡Ahora puedo casi correr por los escalones! Camino, hago más ejercicio, y no tengo tos y ni resfríos, como los que tenía. Mis niños no pueden estar más felices. Nijell y Nzingha están sintiéndose mucho mejor, y no hemos ido a la sala de emergencia en un año. Y porque he dejado de fumar, el resto de mi vida va a ser mucho más largo del que hubiera sido si siguiera fumando. Eso significa más años para criar y amar a mis niños y más años que puedo ayudar a otras mujeres y muchachas a evitar mis errores. Tenemos que ayudar a las mujeres, pero a las muchachas con quienes realmente tenemos que hablar. Le digo a tantas muchachas como puedo, que el fumar es un hábito repugnante y peligroso, y les digo cuán difícil es parar. A veces en el programa para dejar de fumar, hablo con la gente que ha abusado de otras drogas, y me han dicho que es más fácil dejar el hábito de la heroína, o de la cocaína, que el abandonar el hábito de los cigarrillos.
También siento que las mujeres jóvenes necesitan oponerse a los mensajes que los medios repiten cada día sobre fumar. Si es una telenovela, o un anuncio en una revista, estas imágenes hacen que los cigarrillos parezcan atractivos, cuando solamente llevan a las mujeres temprano al sepulcro.
Una vez más, Señor presidente, gracias por esta oportunidad de contar mi historia. Espero que juntos podamos prevenir que más mujeres sean victimas del tabaco.
Cassandra Coleman de Chicago.